viernes, 25 de abril de 2008

A LA LARGA

A la larga, nada es lo que parece ni lo que se sueña.
Las nubes de la tarde esconden una luna incierta
Que no acierta a inclinar la balanza
y las horas huyen desbocadas por la ruta del silencio.

Cae el aceite sobre la sal de un vago tiento.
¿Cómo será vivirte el día a día? ¿Envolver de a dos la mañana
En el aroma del café? ¿Navegar en las cavilaciones de lo ignoto
Con la escarcha del invierno acechando la templanza
Y el jugo del tomate humedeciendo los no sé?
Cae la noche.
Desde la Osa hasta la Cruz la retina rayando del magín
Con el peso viscoso de lo que no tiene nombre
Y ya no sé por dónde habitas, ni qué río navegas
Ni si es mi aliento signo entre tus días
Ni si es mi sangre rayo que desguaza la muerte.

A la larga, mete siempre la huesuda su sombra
Hasta en el más luminoso de mis días.

ESPEJO

Luna de mil ochocientos sesenta
entre las líneas del azogue
el alma mira su temblor en el temblor de otras pupilas.

Todo vibra en el temblor del miedo
la carne en su raíz de polvo
el flujo espeso de otra vida arrinconada
en el destiempo
la parsimonia de un tic tac
aleve
el tiento apurando de la muerte.

Partieron los muchachos
el invierno
¿recuerdas? arañaba sus retinas
partieron
del sueño hacia la nada
por otros arenales derramando la queja
la vieja jerigonza que se hizo ya congoja.

Todo vibra en el temblor del miedo
el espejo de azogue craquelado
con la luz de un cielo amanecido
la cara devuelve de otro sueño.

El limonero calla en la memoria
con sus pájaros de niebla.

CASANDRA

Atenta el cielo una conjura
La sombra aleve aleteando su mácula disipa
el sulfuro de su abrazo y de la nada se escurre una melancolía

Hasta el soplo primero del deseo regresa el viento del inicio
todo derramando un nuevo tiento la saliva toda de tu aliento el aroma de tu vientre en el sueño desboca pájaros de niebla la sangre combando hasta tu centro
toda la luz debo decir iniciando un día que no cesa llamarada en el ojo del Auriga.

Cómo habitando tu volumen la dura ensoñación del mar el desmenuzado tiempo de una derrota inmensurable la lucha con el otro ángel que cae y se empecina.

Y entre tanta mordedura el hueso quebrantas del silencio en que me agoto.
Vaticina tu piel otra geografía tu mirar desde las sombras que desentraña el cielo tu palabra que aquieta la congoja el agua toda que te habita
en el bauprés de mis desvelos mece la garúa de mis días hacia adentro.

Sueña la tarde un pálpito de cielo

A tientas la arboladura deletreo de tu tacto.



PEDRO VICUÑA